La verdad (Parte I)
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España. Año 2036
Es una cálida noche de primavera en Madrid. La habitación está algo desordenada, y debajo de un mar de sabanas una chica consigue vencer a la pereza y empezar a vestirse. El chico tumbado a su lado se tapa la cara, visiblemente menos predispuesto a ponerse a buscar su ropa. La chica, tras ponerse la camiseta, le miró sonriendo y dijo:
-Me dijiste que te gustaba el cine, ¿no?
-Sí, entre otras muchas cosas-dijo el muchacho desnudo a su lado-. ¿Vas a darme mala puntuación en la aplicación si te he mentido?
-Tranquilo, el sexo ha estado bien, y eso es lo que valoro en la app. Pero nuestra noche no tiene por qué consistir únicamente en follar.
El chico quitó su brazo de la cara y se incorporó al oír esas palabras.
-Sí, me gusta el cine -dijo acercándose a la chica- Aunque siempre lo disfruto más con un poco de hierba. Si tuvieras un poco sería genial.
Ella le dio un suave beso en la boca, y murmuró:
-Baja a por unas palomitas, y vemos.
El joven, Saúl, se vistió y bajó a la tienda de alimentación a por un paquete de palomitas. Tiene veintiséis años, y es periodista, bueno o intenta serlo. La realidad es que por ahora lo único que ha publicado han sido pequeños artículos que detesta. Normalmente recicla noticias ya publicadas hace meses, o exagera los titulares para generar más interacciones. En la app de encuentros sexuales que había utilizado para conseguir aquel polvo adornaba un poco su trabajo. La app funcionaba a través de un sistema de puntuaciones en la que veías la valoración que te habían dado aquellas personas con las que hubieras quedado. Saúl no tenía malas críticas, pero aún así siempre temía que un mal encuentro aumentará las posibilidades de que alguien le rechazase.
Subió al piso, y la chica puso las palomitas en el microondas mientras él rellenaba el vaper con los últimos restos de un tarro de marihuana. Le tocó elegir a él película, y tras un par de caladas decidió que sería buena idea buscar alguna comedia antigua con buenas críticas. Le gustaba el cine pero no era tampoco ningún experto, y quería causar una buena impresión. Revisando rápidamente en internet vio una llamada “No mires arriba” que en 2021 tuvo 4 nominaciones a los Óscar. En esa época esperaba que esos premios aún mantuviesen algo de prestigio.
Dieron unas pocas caladas, y comenzaron la película. Llevaban una hora cuándo la joven, Lucia, soltó:
-Un momento, ¿el protagonista es el de Titanic?
-¿El de la nueva?-contestó Saúl.
-No, la clásica. La de los 90.
-Sí claro, es Leonardo DiCaprio.
-¿Cómo va ser ese gordo Jack?
-Se descuidaría.
-Diría que sacaron el cadáver hinchado de Jack del fondo del Atlántico y quedó eso.
-Pues siempre ha sido considerado muy atractivo. Incluso ahora con 62 años.
-Es decir, que ser guapo en su primer gran papel le sirvió para ser considerado atractivo el resto de su carrera-dijo Lucia mientras jugueteaba con las palomitas.
-Ha disfrutado de una gran carrera-contestó Saúl.
-Pero no de una buena vejez.
-Hay mucha gente que vive de una primera impresión-dijo Saúl mientras acariciaba la espalda de su acompañante-, ¿o no piensas eso de mí después de hoy?
Lucia se acurrucó en el pecho de Saúl y dijo:
-Amigo, hoy nada dura.
Tras otros veinte minutos dándose cuenta de que la película no daba mucho más de sí, decidieron aprovechar el colocón para disfrutar un rato más de sexo y volver a dormirse. A la mañana siguiente, Saúl se levantó súbitamente.
-Mierda, la alarma-dijo Saúl mientras salió rápido de la cama.
Terminó de vestirse, y vio a Lucia durmiendo desnuda en la cama. Dudo unos segundos si despertarla, pero murmuró:
-Hoy nada dura.
Llegaba tarde a la redacción y ya iba mosqueado por no haber podido ducharse al no haber tenido tiempo de volver a su casa. No era la primera vez que se quedaba dormido, y su jefe, Andrés, ya le había advertido un par de veces. Consiguió coger rápido el tren, y llegar antes de lo previsto a la zona dónde estaba la redacción. Con ese tiempo extra, aprovechó para pasar por el estanco y pillar 30 gramos de maría, el máximo permitido.
Desde el año 2028, la marihuana y sus derivados eran legales en España para uso recreativo. Era gestionado por una empresa estatal, y los beneficios de esta iban a parar directamente a las arcas del Estado, que en ese momento agradecía cualquier clase de ingreso. Saúl era consumidor habitual, y había entendido que el Estado había acaparaba hoy un hueco importante en el ocio de la sociedad. De hecho, esa mañana tenía una idea que plantearle a su jefe, pero antes debía lograr que no le despidieran.
Entró discretamente en la oficina, y consiguió llegar a su puesto. Se puso las gafas y empezó a navegar en la pantalla virtual. No pasaron ni tres minutos cuándo escuchó:
-Saúl, a mi despacho.
Saúl reconoció al instante la voz de Andrés y susurró:
-Mierda.
Entró en el pequeño despacho, y encontró a Andrés jugueteando con un boli que tenía entre los dedos. Andrés tenía ya cincuenta años, y se había dedicado toda su vida al periodismo. Tras ir dando tumbos a través de diferentes medios, consiguió labrarse un pequeño hueco cómo tertuliano en las televisiones, y llegar a un puesto intermedio en un medio de tamaño mediano. Apreciaba a Saúl, pero eso no le libraba de que dentro de la redacción le tratara como su jefe.
-¿Cómo fue el finde chaval?-preguntó Andrés sin mirarle.
-Bien, nada fuera de lo habitual.
-Cuando yo era joven siempre tenía algo que contar.
-Bueno, estuve ayer con una chica.
-¿Con una nueva?-dijo Andrés ahora sí mirándole directamente- Imagino que usaste la app esa que te puntúa por tus encuentros sexuales. Un amigo mío lo llama de coña Fucktomic.
-Por ese tipo de chiste, entiendo que tu amigo debería revisarse la próstata además de su sentido del humor-contestó Saúl-. He tenido muchos encuentros en los que simplemente quería echar un polvo rápido, pero con ella me sentí a gusto. Fue distinto.
-Del humor de mi generación no sé qué opinara la historia, pero es cierto que se dice que fuimos la que más frágil volvió las relaciones. Sin embargo, lo vuestro ya es otra liga. Mi experiencia me dice que no encontraras nada verdadero en esa clase de redes sociales-Andrés se puso de pie y se acercó a Saúl-. Ni ningún trabajo te durará como sigas llegando tarde cada vez que no duermas en tu casa.
Saúl agachó la cabeza y contestó:
-Perdona, de verdad que he venido corriendo. No quiero perder otro curro.
-Tienes suerte de que luego chupes mierda cuándo te lo pido. Y eso es algo que siempre valoro, así que por favor no me obligues a echarte.
-Gracias.
-No las des. Eso sí, te voy a pedir algún porro de los que creo que has comprado en compensación -dijo Andrés riendo-. Te recomiendo que uses un tarro para no apestarme la redacción.
Una vez terminó un par de artículos, bajo a fumar con Andrés. La hierba moderna no atontaba tanto como la que se consumía antes: el Estado buscaba potenciar la sensación de placer al beber, comer, o tener relaciones sexuales, a la vez que garantizaba una sensación de relajación. Saúl sabía que eso se había hecho para evitar que los jóvenes, que tenían unas tasas de consumo elevada, llegaran completamente gilipollas al trabajo.
-A veces pillo un poco de la hierba clásica a uno que la trae de Marruecos-dijo Andrés mientras le daba una calada al vapper-. Aunque admito que la estatal está muy lograda. Normal que casi se haya abandonado el mercado negro. El Estado ha estado hábil.
-Sí-dijo Saúl mientras le daba un bocado a un bollo-. Y hablando de eso, tengo una idea para un artículo.
-Soy todo oídos- dijo Andrés mientras lanzaba aros de humo.
-En el Siglo XXI, las empresas comprendieron que podían utilizar el branding y la responsabilidad social corporativa para orientar a la sociedad a un mayor consumo, ante el estancamiento de Occidente tras 2008. Más adelante, creo que ha sido el Estado el que ha rescatado esa idea con el fin de poder aumentar la recaudación ante una presión del gasto público por el envejecimiento poblacional, así que decidió acaparar el mercado de consumo del ocio.
Saúl se detuvo a fumar un poco mientras veía que Andrés le prestaba atención. Tras expulsar el humo, continuó:
-Por ello, empezó a cobrar impuestos cada vez más abusivos en las apuestas deportivas para así poder potenciar su propia industria del juego a través de la lotería. Vendían a la sociedad que lo hacían para evitar la ludopatía, pero en verdad la reorientaban. Después, hicieron lo mismo con el alcohol y el tabaco, mientras que la marihuana ha quedado simplemente gravada por el IVA. El Estado ha encontrado recursos para financiarse en nuestro ocio, que deriva de la sensación de vacío y falta de emoción que caracteriza nuestra sociedad. De nuestros sueldos no pueden recaudar mucho; de nuestra evasión sí.
-¿Y sobre qué vas a escribir?-dijo riéndose Andrés-. ¿Vas a hacer que publique un manifiesto liberal?
-Querría estudiar durante unos meses la gente que se acerque a los estancos y loterías. Ver sus vidas, su día a día. Creo que el Estado está lucrándose mientras tienes a jóvenes completamente enganchados a la droga y al juego. Y luego ni uno de esos recursos va hacia ellos.
-Sabes que los jóvenes os informáis a través de subnormales con un portal web, y principalmente los lectores del medio en el que trabajas son personas mayores, ¿no? -dijo Andrés-. No siempre resulta bueno llamarles mimados.
-No pretendo meterme con ellos, simplemente que entiendan nuestra situación.
-Nosotros también lo intentamos, niño. Y no lo conseguimos.
-Tú siempre dices que la prensa sirve para introducir debates en el espacio público.
-Así es, pero la gente ya no quiere debatir. Solamente tirar hacia adelante.
Andrés le hizo un gesto y entraron de vuelta a la redacción.
-No digo que no sea una buena idea, pero me costara convencer a los de arriba de tenerte seis meses preparando eso mientras no me generas nada.
-Lo imaginaba, y te digo que echare más horas para sacar otros artículos para publicar.
-Déjame que lo piense-dijo Andrés mientras chasqueaba los dedos-. Y esto me recuerda que tengo un trabajo para ti. Uno divertido.
-¿No será otro artículo en el que recomendamos las últimas novedades de Infinity?-preguntó Saúl.
-No, está vez la pasta viene de tu amado sector público-contestó Andrés-. Cómo sabes, el Gobierno lleva tiempo intentando mejorar la imagen de los Centros de Renacimiento, ya sabes dónde la gente va a donar sus restos para la generación de Alumbrados. Por ahora, han estado financiando entrevistas en las que se relataban los primeros resultados positivos de la iniciativa. Sin embargo, ahora buscan mejorar la percepción de su origen, ya me entiendes. Así que visitaras un centro y entrevistaras a algunos donantes voluntarios
-Vamos que tengo que ir a poner buena cara, aburrirme, y encontrar luego la manera de no trasladar mi aburrimiento al lector -dijo Saúl.
-Exacto.
-¿Algún día esperas que escriba algo interesante?-contestó Saúl.
-Van Gogh se tiró toda su vida pensando que nadie valoraba su arte, y ha pasado a la historia. Lo mismo lo que has escrito algún día interesa a alguien.
-¿Me estás comparando con Van Gogh?
-Por ahora, lo mismo me corto yo la oreja como siga teniendo que aguantar tus quejas -dijo Andrés dirigiéndose a su despacho-. Te mandaré luego los detalles.
Saúl estuvo el resto del día terminando un par de ediciones de videos para colgar en las redes sociales del periódico y se marchó al gimnasio. Su jornada laboral no solía durar mucho, aunque luego tuviera que trabajar más para ganar un poco más de dinero. Después de estar un rato en el gimnasio, volvió a su casa. Vivía solo en la que fue la casa de sus padres, que murieron cuando él era aún muy joven. Sabía que era una herida que había conseguido camuflar de diferentes formas; su perfeccionable humor; los porros; las mujeres.
Esto último le hizo pensar qué podría intentar escribir a Lucia para proponerle ir a tomar algo a lo largo de esa semana. Sin embargo, Saúl comprobó que Lucía ya había cerrado el chat en la aplicación, lo que imposibilitaba cualquier chat con ella.
-Pensaba que había sido distinto, y al final ha sido la más rápida en dejarlo-dijo mientras observaba la aplicación-. Por lo menos veo que me ha dejado un buen rating. Eso siempre me ayuda a tener otra oportunidad.
Rellenó su vapper con un poco de hierba y se tiró en el sofá. Recordó entonces que tenía pendiente ver el correo de Andrés con los detalles de su visita. Encendió sus gafas, y encontró el mail que decía:
Tienes que estar a las 9:00 en la puerta del centro Amapola en la calle Alvarado. En la entrada pregunta por la doctora Gutiérrez, la directora del centro. Procura ser educado, escuchar, y tomar notas de todas las historias que puedan ser útiles. Recuerda que lo importante es conseguir un relato humano.
Pásalo bien, y disfruta. Pronto tendrás la oportunidad de escribir algo bueno,
Andrés
Pd: no vayas fumado
Saúl resopló.
-Pues nada. Espero que sea breve.
Saúl dio algunas caladas más a la hierba, cenó, y se metió en la cama.
La alarma sonó, y Saúl se levantó movido por el deseo de no ser despedido más que por interés profesional. Se duchó, cogió su bicicleta y llegó a la puerta del centro. El lugar daba la sensación de haber sido inaugurado hace poco por su modernidad, que contrastaba con el mal estado de los edificios del exterior, que eran casi una exposición de los restos del último barrio obrero de Madrid.
Saúl intentó entrar, pero no pasaron apenas unos segundos hasta que un guardia de seguridad le retuvo. Se identificó, pero no al no haber elegido su mejor vestuario, el guardia no le dejaba avanzar. Cuando pensaba que lo mismo su jornada laboral terminaba precipitadamente, escuchó unos gritos al fondo:
-¡Javier déjale! -dijo una chica jadeando por la carrera-. Es el periodista.
-Perdona Margarita-dijo el guardia de seguridad echándose a un lado-. No es que tenga pinta de venir a trabajar.
-Ni tú tienes pinta de ser lo suficientemente inteligente como para vigilar algo y me he creído que eras el segurata-contestó Saúl mirando enfurecido al hombre.
-Bueno ya está solventada la discusión-dijo la chica metiéndose en medio-. Disculpa Saúl, Javier es muy celoso por órdenes mías. Últimamente han entrado a robar las dosis de voluptas que guardamos aquí. Soy la doctora Gutiérrez, aunque puedes llamarme Margarita. Acompáñame.
Saúl se marchó de la mano de la doctora mientras miraba con rabia al guardia.
-Bienvenido al centro Amapola. No sé si has sabido ya de la labor del centro. -No querría que te llevarás hoy una mala impresión. Imagino que ya has leído algo del centro antes de venir, así que si quieres nos saltamos la introducción.
-Sí claro, me he informado del lugar antes de venir-mintió Saúl, que ni había mirado el documento que le había facilitado Andrés.- Sin embargo, creo que puede que me esté perdiendo algún detalle importante, así que si quieres me pongo las gafas y empezamos a grabar.
Margarita asintió, Saúl saco sus gafas del bolsillo pulsando en el lateral para empezar a filmar la visita.
-El centro Amapola lleva operativo tres años, y es uno de los centros con mayor número de donantes voluntarios para el programa Alumbrados. Cada año, producimos material para llevar a cabo unos doscientos nuevos nacimientos.
-¿Cuánto donantes tienen al año la para la producción de humanos?
-Aquí no producimos personas-dijo Margarita sonriendo-. Las gestamos, aunque no te preocupes, mis amigos siguen llamándolo así también.
-Disculpe. El proceso de crear nuevos humanos en base a los restos de otros siempre me sonó a reciclaje.
-Sabemos que aún puede faltar algo de perspectiva en el proceso, pero no deja de ser muy parecido al nacimiento natural. Rompemos las células, y las reconvertimos para dar lugar a un feto perfectamente sano.
Margarita le hizo pasar a una sala donde Saúl pudo observar los fetos en las incubadoras. Según explicaba Margarita, ese año esperaban poder doblar el número de nacimientos ante el incremento de donantes. Mientras observaba uno de los fetos, Saúl preguntó:
-Volviendo a lo que preguntaba antes, ¿cuánto material… humano se necesita en el proceso?
-Depende del estado del sujeto: sus enfermedades, su genética particular… Es complicado dar una estimación concreta.
-Entiendo, ¿cree que el método puede provocar dudas o perturbaciones en la sociedad?
-Cómo sabrá, hubo un debate muy fuerte sobre la ampliación del programa a cualquier donante, pero en el pasado alguien donaba su corazón para poder trasplantarlo a otro, no surgían esas dudas. Los restos orgánicos, son eso, restos.
-Puede que alargar la vida sea más amable que crearla.
-Es una opinión interesante, aunque luego puede que cambie de opinión con el testimonio de alguno de los donantes-dijo Margarita deteniéndose delante de la puerta-. ¿Es usted feliz?
Saúl se quedó observándola unos segundos, extrañado por la pregunta. Finalmente pudo contestar:
-Sí.
-Me alegro. Ser feliz es un privilegio.
Margarita terminó el tour por los laboratorios y Saúl dejó de grabar. Había obtenido un buen inicio, aunque sabría que tendría que retocar alguna pregunta y recortar parte del vídeo. Margarita le había parecido inteligente, aunque algo dogmática en sus posiciones. Llegado cierto momento, Margarita se retiró un segundo a atender una llamada y Saúl aprovecho para tomar un café. Cuando creía que iba a poder descansar, una chica se cruzó en su camino y tiro todo su café.
-¡Mil perdones!-dijo la chica cogiendo unas servilletas para limpiar su sudadera-. Siempre le digo a mi marido que es un torpe, pero yo soy igual.
-No te preocupes-dijo Saúl que intentaba disimular su enfado ante la amabilidad de la chica-. Un accidente lo tiene cualquiera.
-Deja que te compre otro.
-No hace falta.
-Insisto-dijo la chica agarrando el brazo a Saúl.
Era morena, y Saúl estimó que sería unos diez años mayor que él. Después de pedir dos cafés, dijo mientras sonreía a Saúl.
-¿Qué hace un chico tan joven aquí?
-Estoy haciendo un reportaje para el periódico en el que trabajo.
-Qué interesante, y novedoso. Estoy harta de leer siempre los mismos artículos anodinos en los periódicos que solamente buscan mi click, ¿de qué va a tratar tu artículo?
-Me toca hablar de este lugar. Blanquearlo un poco.
-¿Blanquear?-dijo la chica con mirada extrañada.
-Intentar hacerlo más agradable, vamos. Sé que los nacimientos están volviendo a subir, y que en diez años comenzaremos a ver resultados muy positivos, pero se me hace algo difícil el proceso que hay detrás.
-Oh, entiendo-contestó la chica en bajito-. Yo creo que cuándo hay dudas sobre algo, uno debe de intentar ver a dónde conduce.
-¿Y esto a dónde lo hace?
-A la vida. Creo que hemos llegado a esto por necesidad ante la situación social que tenemos. Y creo que el fin es bueno.
-Sí, aunque es un precio alto el que se paga para dar vida.
-¿Deseas formar una familia? -preguntó la chica-. Creo que esto puede ayudar a mucha gente a tenerla. Es un buen propósito
-Salvo que tu alumbrado acabe convertido en un asesino en serie.
La chica soltó una carcajada tapando su boca con la mano. Saúl que no solía filtrar al hablar se apresuró avergonzado a decir:
-Perdona, no quería decir eso.
-No te preocupes, ha sido gracioso.
-Querría sí, porque básicamente es algo que me falta al ser huérfano desde joven-contestó Saúl.
-Oh, lo siento de verás-dijo la chica entristecida.
-No pasa nada, era joven y ya apenas lo recuerdo- dijo Saúl sorprendido por haber confesado eso-. Pero bueno, una familia es difícil que no se construya sin alguien a tu lado.
-Creo que hoy en día sí se puede construir algo sin pareja-contestó la chica mirando al suelo-. Pero si es así cómo quieres, seguro que encuentras a alguien.
-El problema es que creo que hoy en día la gente no quiere buscar a otro, solo satisfacerse a sí mismo.
-Yo pensaba cómo tú y al final encontré al que es hoy mi marido. Pero volviendo al tema de los alumbrados, me alegraré siempre de cualquier cosa que traiga más vida a este mundo.
-Es una manera muy agradable de verlo.
-Puede ser-dijo la chica enseñando una blanca sonrisa-. ¿Cómo te llamas?
-Saúl, ¿y tú?
-Judith. Bueno me voy que mi marido me lleva esperando ya un rato. Un placer, Saúl.
Judith se marchó, y Saúl disfrutó de su café mientras pensaba en sus palabras. Haber obtenido una versión menos científica sobre los alumbrados, le dio ideas para poder redactar el artículo de forma más cercana. Según se estaba terminando el café, Saúl vio a Margarita entrando en la cafetería, la cual le hizo señas para que le acompañara.
-Espero que no se te haya hecho larga la espera, pero tenía que resolver un asunto.
-No se preocupe-contestó Saúl-. Una cosa que se me ha olvidado preguntarle: en la discusión con el guardia dijo que han entrado a robar voluptas, ¿qué es eso?
-Es la sustancia con la que aplicamos la eutanasia a los pacientes. Si se administra en los niveles que hacemos a los pacientes, causa la muerte, pero el paciente disfruta de una sensación de placer absoluto. El estado de relajación en el que el paciente fallece ayuda a la posterior reutilización de los restos.
-¿Y entonces la gente lo roba para suicidarse?
-No, para eso vendrían directamente aquí-dijo Margarita-. Perdón, es un poco macabra la broma. Cómo he dicho, el voluptas es mortal en altas dosis, pero en pequeñas otorga un placer ilimitado al yonkie. Su mente sale de su cuerpo, y queda solamente el placer. La experiencia es algo cercana a la muerte, y algunos afirman que pueden llegar a ver pasar tu vida ante tus ojos.
-Imagino que el yonkie intentara rebobinar cuándo llega a la parte en la que se vuelve adicto.
-Todos hemos felices en algún momento de nuestra vida: es lo que muchas veces nos quita el deseo de que se acabe. Quizás la droga les haga recordar que ellos también consiguieron serlo alguna vez. Antes he dicho que la felicidad es un privilegio, pero me faltó añadir que también puede ser peligrosa.
El silencio marcó el resto del paseo de Saúl y Margarita hasta la última sala. Al entrar a esta, Saúl observó una habitación amplia con una mesa plateada en el centro. Ahí, les esperaba un hombre joven que al verles dijo:
-Bienvenido Saúl-dijo extendiendo su mano-, soy Roberto Martín, psiquiatra. Margarita me comentó que venías a escribir un artículo y quería estar presente en su visita.
-Es un placer-dijo Saúl.
-Parte del acuerdo en el artículo era presentar a algunos pacientes que han decidido someterse a la eutanasia, y cuyos restos serán donados al Programa Renacimiento. Entraran uno a uno, y usted podrá hacerles las preguntas que desee.
-Perfecto-contestó Saúl.
-Son personas altamente sensibles, y con una mente a la que hemos conseguido encontrar un propósito, así que intervendré en caso de que vea que pueden estar agobiados. Entienda que su testimonio será de las últimas cosas que dejen de recuerdo, y eso puede ser un ejercicio de gran presión.
-No pretendo hacer un interrogatorio-contestó Saúl extrañado.
-No me malinterprete-respondió Roberto-, simplemente tenga en cuenta que son pacientes delicados.
-Sí, lo entiendo.
Roberto hizo un gesto al enfermero del fondo de la sala, y este se retiró. A los diez minutos, apareció tirando de la silla de ruedas y la bombona de oxígeno de un hombre mayor. Roberto se acercó a Saúl y dijo:
-Saúl, te presento a Agustín. Agustín tiene setenta y nueve años, y lleva años inmóvil. Agustín, este es Saúl, el periodista del que te he hablado.
El anciano se reacomodó en la silla y dijo con una débil voz:
-Hola Saúl. Encantado de conocerte. Qué joven eres.
-Muchas gracias, Agustín-contestó Saúl sonriendo-. ¿Qué tal se encuentra?
-Muy bien de compartir estos momentos con personas tan agradables-dijo Agustín esbozando una leve sonrisa.
Cuénteme, ¿qué le ha llevado a querer ser parte del programa?
-Vivo en la residencia Nebo desde hace cinco años. Mi esposa, Lourdes, sufrió a los sesenta años un derrame que la dejo bastante incapacitada. Hice dinero durante mi vida, y tuve recursos y tiempo para poder atenderla durante un tiempo. Compartía con ella cada momento de sufrimiento suyo, pero también los buenos. Entonces mis huesos empezaron a fallar y yo no era suficiente ya para atenderla. Así que, decidimos que nuestra casa no nos servía y decidimos acudir al centro Nebo dando nuestra casa como garantía, ya que tampoco nos servía mucho.
-Bueno, si le reconforta, las viviendas que se otorgan para el tratamiento en residencias deben por ley destinarse a vivienda social. Eso ha contribuido a rebajar un poco la presión de los alquileres, aunque no haya solucionado el problema.
-Esa casa se nos hacía muy grande ya, espero que el joven que la disfruta ahora me la esté cuidando-respondió Agustín soltando una pequeña risa.
-¿Y mejoró su esposa en la residencia Nebo?-preguntó Saúl.
-Tuvo la mejor atención posible, y sobre todo, me tuvo a mí. No me separé de ella en ningún momento, y yo también mejoré de mis huesos. Al principio, todo fue fantástico; hicimos amigos; teníamos actividades; en definitiva, nos sentíamos cuidados.
-Pero entiendo que ocurrió algo-dijo Saúl acercando su silla a la mesa.
-Muchas veces no tenemos claro cuál es el sentido de nuestra vida. Yo me di cuenta del mío cuándo mi mujer no se levantó una mañana. No había muerto, pero el daño del derrame, que llevaba años contenido, se liberó.
-Lo siento mucho-contestó Saúl.
-No te preocupes. Con suerte algún día querrás tanto a alguien que tu existencia se ligará a la suya. La pobre sufrió, pero no mucho, y tal y cómo había recogido en el contrato antes de entrar a la residencia, si caía en coma o entraba en un estado en el que perdiera completamente la razón, había permiso para proceder con la eutanasia si yo lo deseaba. Egoístamente, intente retrasarlo, pero al final el doctor Martín me convenció de cesar en mis intentos.
-Querría añadir si no es molestia, que Agustín fue muy valiente. Al final entendió que todo lo que era su mujer residía en su cerebro, no en su cuerpo. Todo lo que amaba, ya no estaba.
-El doctor Martín me ayudó mucho también después, y en sus siguientes sesiones intentamos buscar nuevos horizontes como en la plataforma Infinity.
-¿El metaverso?-preguntó Saúl.
-Sí -dijo Agustín-. Me sugirió interactuar con otros usuarios, crearme un avatar, esas cosas.
-Ha avanzado mucho la aplicación de Infinity-dijo esta vez Margarita- Mis colegas de la residencia me han hablado maravillas de los efectos que tienen en los miembros de la residencia.
-Exacto-añadió Roberto-. Muchos de mis pacientes muestran mejoras escogiendo algunos de los paquetes que les sugiero. Una de las opciones que valoramos para Agustín para rebajar el shock de la perdida de su esposa, fue hacer un NPC basada en las experiencias y vídeos de su esposa, pero no es algo pensando para todo el mundo.
-El doctor fue muy bueno conmigo-dijo Agustín-. Pero tras unos pocos meses en la plataforma, vi que nada era ya capaz de llenarme. Demasiados años viendo la vida cómo algo que se disfruta entre dos.
-¿No tiene hijos?-preguntó Saúl.
-No, Lourdes y yo siempre temimos romper nuestro equilibrio con la paternidad. Sonará cobarde, pero éramos felices, y eso era suficiente.
-No voy a juzgarle-dijo Saúl.
-Voy a aprovechar su pregunta para hacer un pequeño apunte-dijo Roberto-. Siempre se piensa que aquellas personas que no han tenido hijo tienen un billete a la soledad esperándoles en la vejez. Debo decir que es un error fiar tu compañía en la vejez a ello. Me he encontrado multitud de pacientes cuyos hijos solamente los van a ver, por voluntad o indisponibilidad, en contadas ocasiones. La soledad es una cuestión de relaciones. ¿Tú ves mucho a sus padres Saúl?
-Mis padres murieron cuando era pequeño-contestó Saúl.
Roberto y Margarita se miraron incomodos.
-Disculpa, no era mi intención-dijo Roberto.
-No te preocupes, yo también fui a terapia-dijo Saúl que no quería alargar mucho más esa entrevista-. Agustín, ¿qué espera encontrar en la muerte?
-¿Sinceramente?, paz– contestó Agustín suspirando.
-Sus restos serán utilizados para la gestación de Alumbrados, ¿qué opina de ello?
-El cuerpo solo es carne, lo valioso está en nuestra alma. Es algo que la vida con Lourdes me enseño.
-No quiero entretenerle mucho más Agustín, así que solamente le haré una última pregunta, ¿qué le diría a un Alumbrado si supiera que procede de sus restos?
Agustín se quedó unos segundos mirando al techo, hasta que bajo la vista y dijo:
-Que ojalá alguien dé sentido a su vida. Ha sido un placer que haya tenido un poco más de tiempo para conocerte, Saúl.
Agustín agitó levemente la mano sonriendo, y el enfermero se lo llevó.
-Siento la pregunta sobre tus padres-dijo Roberto posando su mano en Saúl.
-De verdad que no es molestia-contestó Saúl forzando una sonrisa-. Tenía diez años, apenas les recuerdo ya.
Margarita le ofreció otro café y Saúl aceptó. Dio un sorbo y dijo:
-¿Eran dos entrevistas no?
-Efectivamente-respondió Margarita-, ¿digo que pasen?
-Sí, pensaba terminar antes de mediodía-contestó Saúl encestando el vaso vacío del café en la basura-. ¿Es otro paciente de la residencia esa?
-La siguiente persona es un perfil completamente distinto-contestó Roberto.
Roberto cogió una jarra de agua y puso varios vasos encima de la mesa. Al cabo de dos minutos la puerta se abrió y Saúl fue incapaz de no mostrar su impresión al ver a un hombre y una mujer, a la que ya conocía, acercarse hacía él.
-Saúl, no sabía al cien por cien que me entrevistarías tú, pero me lo he imaginado. Puedes incluir nuestra conversación previa si quieres.
Judith se sentó delante de Saúl mientras el otro hombre acercaba otra silla a la mesa.
-¿Os conocéis?-preguntó Roberto.
-Nos hemos conocido antes en la cafetería-contestó Judith-. He sido tan torpe de tirarle el café y hemos hablado un rato mientras le invitaba a uno, ¿verdad Saúl?
Saúl aún extrañado murmuró:
-Sí.
-Al que no has tenido ocasión de conocer es a mi marido Carlos-dijo Judith señalando al otro chico que lo acompañaba.
-Hola Saúl-dijo Carlos acercando su mano a Saúl.
Saúl la estrechó, intentando disimular lo incomodo que se sentía a la hora de formular la primera pregunta.
-Ya te dije que la siguiente entrevista sería muy diferente- dijo Roberto rompiendo el silencio que se había formado-. Ya sabes Judith que Agustín era la otra persona que se ofreció voluntaria para la entrevista.
-Sí, Agustín es encantador-contestó Judith -. Imagino que te habrá dado una buena conversación para tu artículo Saúl.
-Desde luego-dijo Saúl que ya no podía morderse más la lengua-. Una cosa, ¿con quién es la entrevista?
-Oh perdonad, chicos-respondió Roberto-. No le había dado contexto a Saúl porque así teníais la oportunidad de abriros de la forma que más cómoda os resultará a vosotros.
-Es normal y te lo agradezco-contestó Judith que cogió la mano de Carlos-. Saúl, he decidido someterme a la eutanasia y donar mis restos al programa Renacimiento.
Saúl se recolocó las gafas y acercó la silla a la mesa.
-¿Qué te ha llevado a tomar esa decisión Judith?-preguntó finalmente Saúl.
-Verás Saúl, antes en la cafetería te he dicho que la vida es maravillosa, pero no todo el tiempo.
-Tú no pareces una persona triste.
-Cada uno desarrollamos un mecanismo de defensa para sobrellevar la pena. Yo soy siempre agradable y cordial, aunque me esté muriendo por dentro.
-Judith es una persona encantadora-dijo Roberto.
-Gracias Roberto-continuó Judith-. Mi vida no ha sido mala; me he criado en una buena familia; éxito profesional; tengo un marido que se ha desvivido por mí.
-¿Y qué te ha llevado a una pena tan grande para querer morir?-preguntó Saúl.
Roberto se acercó bruscamente a la mesa.
-Saúl-dijo Roberto lentamente-, Judith lleva mucho tiempo en tratamiento, y me gustaría que no entraras en juicios de valor en tus preguntas. Ha sufrido mucho.
-Disculpa -contestó Saúl sin disimular que estaba molesto por el tono en el que Roberto había interrumpido la pregunta-, ¿cuál es el motivo por el que deseas participar en el programa Renacimiento?
-Tu familia paterna, tu trabajo, o tu pareja, son cosas que llenan la vida de muchas personas. En mi caso, yo deseaba formar con todas mis ganas formar una familia.
Judith se estremeció un poco, y Carlos le pasó la mano por detrás de la espalda.
-Si quieres podemos parar-dijo Carlos.
-No, está bien-respondió Judith-. Carlos y yo nos casamos a los treinta y tres años, y estábamos profundamente ilusionados con la idea de ser padres. Ambos teníamos claro que era parte de nuestro plan de vida, y al poco de casarnos decidimos empezar a intentarlo. Pero pasado un tiempo, vimos que no lo lográbamos, así que acudimos a una clínica de fertilidad.
Judith respiró profundamente y Saúl le sirvió agua en su vaso. Esta alargó lentamente la mano y dio pequeños sorbos
-Gracias-dijo Judith-. Nos dijeron que había algo mal en mis óvulos, y que debíamos recurrir a un tratamiento especial: era muy caro.
Judith se quedó callada uno segundos. Carlos miró a su mujer y dijo:
-Pedimos un préstamo para poder pagarlo. El Estado solamente cubre esa clase de situaciones si estás por debajo de un umbral de renta. Realmente era un esfuerzo financiero, pero Judith y yo teníamos un buen salario, y merecía la pena. Siempre merece la pena.
Judith se apoyó en su hombro, y Saúl creyó ver como se secaba unas pocas lagrimas con su manga.
-Carlos me apoyó y sacrificó mucho para poder acceder al tratamiento. Y bueno, tras unos pocos meses, se obró el milagro: estaba embarazada.
Judith se llevó la mano al bolsillo, y puso sobre la mesa una pequeña fotografía que Saúl reconoció como una ecografía.
-Una niña-dijo Judith mirando la pequeña imagen-. Ahora en estas clínicas son capaces de predecir el color de los ojos, y el pelo. Iba a heredar muchos de mis rasgos. Mi pequeña.
Judith tomó otra vez aire.
-Hasta el octavo mes de embarazo todo iba bien. Pero entonces mientras desayunábamos Carlos y yo, rompí aguas. Asustados, fuimos al hospital y los médicos me llevaron directamente a dar a luz. La niña no estaba en una buena posición, yo sangraba mucho, y llegado cierto momento, me desmayé.
Judith entonces rompió a llorar sobre la mesa y Roberto se acercó a darle un abrazo. Saúl la observaba intentando no emocionarse antes de escuchar lo que ya había deducido minutos atrás.
-Fue un desastre. El parto era demasiado temprano, y ya me habían advertido que, aunque el tratamiento de fertilidad hiciera efecto, siempre habría riesgos ante el estado de mi aparato reproductor. Tras unas largas horas de operación, los médicos eligieron: me salvaron, y mi niña murió.
Judith se volvió a secar la cara con la manga.
-Mi útero quedó dañado, y me dijeron que ya no podría quedarme embarazada. El shock fue inmenso; no quería comer; dejé el trabajo; y mi salud mental destrozó mi relación con Carlos. Él no me abandonó, pero sé que él también estaba afectado.
Saúl sentía que el estómago se le había puesto del revés, y no quería que Judith siguiera hablando.
-Los médicos me salvaron, pero yo sé que mi vida terminó en esa sala. Muchos días me levantaba pensando que ojalá hubiera muerto en aquella sala. Después, rompía de rabia delante de Carlos y le echaba la culpa de haberme dejado hacer el tratamiento, y después me daba cuenta de lo cruel que era decirlo eso. Por mi sangre solamente circulaba ya el dolor y la rabia. Y entonces decidimos acudir a Roberto.
-No hay palabras para describir la emoción que sentí la primera vez que escuché el relato de Judith-dijo Roberto-. Había un dolor tan visible en sus palabras que
-Sí, ha sido una bendición-dijo Judith mirando a Roberto-En él encontramos atención, comprensión y consejo. Un amigo.
-Probamos varias formas de salir de la situación; volver al trabajo; intentar encontrar nuevos objetivos con Carlos; adoptar. Pero la pena puede desbordar una persona, hasta el punto de que ya no pueda entrar nada más-dijo Roberto-. Y no me malinterpretes mi comentario Saúl, Judith fue muy valiente siempre y hubo voluntad en intentarlo. Pero no puedes obligar a alguien a intentar ser feliz.
-Yo me frustraba mucho-dijo Judith-. Quería encontrar un horizonte, hacer feliz a mi marido, y acabar con mi insatisfacción vital. Tomando un día un café con Roberto, nos comentó el caso de Agustín, y su decisión de donar sus restos al programa Renacimiento. Y hallé mi respuesta: yo no podía encontrar ya más que la pena en este mundo, pero podía ofrecer la oportunidad a otro de ser feliz.
-El Estado permite que si una pareja o conyugue dona sus restos, algún familiar pueda hacerse cargo del Alumbrado que se gesté con ellos-añadió Carlos-. Entonces, Judith decidió que quería hacerlo, y yo cuidara del alumbrado.
-Podía cumplir mi sueño-dijo Judith.
Saúl se quitó las gafas y se frotó la cara. No sabía muy bien cómo expresar lo que le barruntaba en la cabeza sin ser hiriente. Volvió a ponerse las gafas y miró a Carlos.
-¿Cómo recibiste la noticia?-preguntó Saúl.
-Al principio, la incomprensión me invadió-contestó Carlos-. No quería ni escuchar lo que me estaba proponiendo. Pensaba que había tirado la toalla, y que ya no me quería. Después, vino la desesperación: yo no quería que ella se fuera. Le propuse adoptar un alumbrado si eso podía agradarla.
-¿Y qué te contestó?
-Que ya no me veía capaz de hacerle feliz-respondió Judith-. Quiero y adoro a Carlos, y deseo que sea disfrute su vida. Y sé que nunca me abandonaría por mucho que yo lo desquiciará.
-Acabé viendo que ella solamente buscaba lo mejor para mí y que el final de este camino era el único que podría reportarle felicidad a ella.
-Aunque eso implique su muerte-dijo Saúl.
Un incómodo silencio se hizo después de esa afirmación de Saúl.
-Yo seguiré viva en el alumbrado que nazca de mí-contestó Judith.
-Judith ha descubierto en el proceso una nueva espiritualidad-añadió Roberto-. No son pocos los que están viendo el programa como una suerte de liberación y reencarnación. La idea está presente en múltiples culturas a lo largo de la historia.
-¿Eso también se lo ha sugerido usted?-dijo Saúl mirando a Roberto.
Carlos y Judith se miraron extrañados mientras que Roberto y Margarita mantenían la mirada fija en Saúl.
-¿Podemos hacer un pequeño descanso?-dijo Judith.
-Sí, vamos a fumar-dijo Carlos mientras se levantaba.
-Desde luego que podéis-respondió súbitamente Margarita-. Os esperamos aquí dentro, pero tranquilos, no queda mucho. Saúl tenía hora hasta mediodía.
Saúl giró la cabeza y observó cómo le miraban Margarita y Roberto: toda amabilidad había desaparecido, y lo que quedaba no era agradable. Según Carlos y Judith cruzaron la puerta Saúl no dudo en adelantar la preguntar:
-¿Qué coño ha sido eso?
-Eso mismo podríamos decir nosotros-contestó Margarita.
Saúl dejó las gafas sobre la mesa, pero no apagó la grabación. Se apoyó sobre el borde y se quedó mirando fijamente a Roberto.
-Eres un consejero de puta madre-dijo Saúl.
-Háblame bien-respondió Roberto.
-Con el viejo podía haber un pase, pero con Judith hay algo más turbio-contestó Saúl.
-Margarita no voy a permitir que un niñato valore así mi trabajo-dijo Roberto señalando con el dedo.
-Creo que Saúl está un poco alterado-dijo Margarita.
-¿Vosotros os tragáis la mentira que le habéis hecho creer a Judith?
-¿Quién te crees para juzgar el sufrimiento de alguien?-dijo Roberto dando un paso al frente.
-¿Quién te crees tú para decidir cómo ponerle fin?-contestó Saúl dando otro paso al frente.
Saúl y Roberto tenían su rostro muy cerca el uno del otro, y Saúl apretaba los dedos para no llevarlos a la garganta de Roberto.
-La historia de Agustín se la contaste a Judith por casualidad, ¿verdad? -dijo Saúl.
-Estaba tratando a los dos a la vez-contestó Roberto sin apartar la mirada-. Las personas agradecen escuchar las historias de otros para olvidarse de las suyas.
-O para darles ideas-dijo Saúl-. Cuándo ves que un paciente no va a mejorar, ¿lo mandas aquí para mejorar tus estadísticas?
-Les ayudo como puedo.
-Seré más joven que tú, pero no me tomes por subnormal-contestó Saúl dando otro paso.
Margarita finalmente se metió entre los dos para evitar que colisionaran. Saúl se apartó un poco para alejar las ganas que tenía de partirle la cara a Roberto. Se giró y dijo:
-Me recuerdas al psicólogo que me trató. Que se mueran tus padres es algo traumático y necesitas ayuda, pero no todo el mundo tiene ganas. Me recomendaba diferentes mierdas y situaciones que no me ayudaban, e imagino que rezaba para que dejará de acudir a sus sesiones. Al final, dejé de ir yo mismo por no aguantarle más. Nunca quiso arreglarme, solo quitarme de en medio. Básicamente lo que haces tú con cualquier paciente que veas que no será fácil arreglar.
-Veo que te fue de maravilla dejando la terapia-contestó Roberto-. Y que estás intentando apropiarte del dolor de Judith.
-¿Qué has dicho?-preguntó Saúl apretando los puños.
-Crees que eres bueno y el héroe, pero solamente eres un pobre con afán de protagonismo-dijo Roberto visiblemente enfadado-. Llegas aquí, escuchas a una mujer desgarrada, y piensas que aún puede intentarlo. ¿Piensas que sin una buena terapia tú saliste adelante? Lo primero, déjame que dude que estés bien, y segundo, no eres mejor persona por estar montando este numerito. Soy uno de los psiquiatras con mayor reconocimiento entre sus pacientes.
-No sé si soy buena persona, pero por lo menos no he acabado deshaciéndome de la gente que puede reventarme una estadística-contestó Saúl.
-Porque nunca has tenido ambición-dijo Roberto acercándose un poco a Saúl-. Me gustaría ver qué harías en caso de tener una oportunidad de que alguien te reconociera algo por primera vez en tu vida.
-Margarita-dijo Saúl-. Dile a Judith que vuelva a entrar.
-Saúl la entrevista ha acabado-respondió Margarita.
-¿Me estás echando?-preguntó Saúl mirando a Margarita.
-He dicho que la entrevista ha acabado.
-No te preocupes. De todas formas, ya tengo material suficiente.
Saúl cogió las gafas y cuándo iba pensando en salir del cuarto oyó la puerta abrirse, y vio a Carlos y Judith entrando. Instintivamente, fue hacia ellos.
-Judith, no lo hagas.
-¿Qué?-respondió sorprendida Judith.
-Tienes todo por delante, no hagas caso a ese subnormal-dijo Saúl señalando a Roberto.
-Apártate de mi mujer-dijo Carlos poniéndose delante de Judith.
-¿Tú no vas a hacer nada?
-¿Quién te crees para hablarme así?-dijo Carlos.
-Alguien que no ha tirado la toalla por ella-contestó Saúl señalando a Judith.
Carlos levantó el puño y lanzó un golpe a Saúl que lo tiró directamente al suelo. Saúl sintió el sabor metálico de la sangre recorriendo su boca, y comprobó que efectivamente tenía el labio partido. Al volver a abrir los ojos, observó que Judith estaba de rodillas delante de él.
-Saúl, es lo mejor-dijo Judith.
-Judith…-contestó Saúl.
-Es la única vía de escapar del dolor-dijo Judith.
-No, siempre hay otro camino-respondió Saúl-. Y puede que sea tarde para que lo veas, pero no voy a permitir que todo esto siga funcionando así.
Saúl se puso en pie, y se limpió la sangre con el brazo. Observó a Carlos, aterrado por lo que había hecho, pero no deseaba contestar. Dio un beso en la mejilla a Judith y susurró a su oído:
-Todos tenemos arreglo.
Acto seguido se dio la vuelta y pasó de largo sin despedirse de Margarita y Roberto. Atravesó los pasillos y se dirigió a la puerta dónde el guardia le miraba con visible desprecio.
-Qué poco has durado niño-dijo el guardia con desdén-. ¿Encontraste lo que andabas buscando de este sitio?
-Encontré la verdad- dijo Saúl sin mirar a la cara del guardia.
Salió del centro, camino a su hogar. Después de años sin motivación, sabía lo que quería escribir.
Parte II: La verdad (Parte II)