La verdad (Parte III)
Parte II: La verdad (Parte II)
10 de enero de 2048. Madrid, España.
Saúl se quedó observando a esa chica tan guapa que se desperezaba entre las sábanas. Ella le ha dicho que tiene 30 años, pero él sabe que ha mentido en al menos un par. Siempre que traía una nueva chica a casa, lo que más disfrutaba eran esos breves momentos de calman que suceden al sexo. Lo que no ella no sabía es que luego ninguna se queda.
-¿Qué miras con tanto interés?-dijo la chica destapándose la pierna.
-A alguien que disfruta de una cama muy cara.
-Admito que es cómoda-dijo la chica dándose la vuelta y apoyando la cabeza en la almohada- ¿No te gustaría volver a meterte un rato?
-Me gustaría Paula, pero ya sabes que debo irme.
-¿Eso haces con todas?-dijo la chica con una carcajada-. Te las follas, disfrutas del momento dulce que viene después y finalmente las dejas en tu cama como un cojín.
-¿Tan poca estima te tienes?-contestó Saúl que había encontrado por fin sus calzoncillos, y que sonreía ante la poca vergüenza que mostraba.
-Me tengo una alta estima, pero soy realista. Todo el mundo sabe que el compromiso no es lo tuyo, aunque te advierto que probablemente nunca hayas estado con alguien como yo.
-Si tú lo dices-respondió Saúl.
Saúl se dirigió al baño y se concedió una larga ducha. Al mirarse en el espejo y ver su abdomen, se dio cuenta de que se había vuelto a descuidar con la bebida y la comida, y debería comprar otro de los parches anti grasa que utilizaba cuando volvía a pasarse de peso. Había dejado hace años el gimnasio y ya solamente mantenía su forma física a base de suplementos y otros productos destinados a mantener la figura sin esfuerzo. Uno de sus últimos artículos había tratado sobre como la llegada a la vejez de la primera generación con miedo a envejecer con mala calidad de vida, el mercado de productos destinados a la mejora del físico había provocado un desplazamiento aún mayor de la juventud y el atractivo físico.
Se terminó de vestir y cuándo volvió al dormitorio se percató de que Paula ya no estaba. «Esto es un nuevo record» pensó. Mientras buscaba una camisa, escuchó una voz que parecía provenir del salón.
-¿El niño de la foto eres tú?
Saúl soltó la camisa que estaba cogiendo y fue directo al salón. Paula, que se había vestido con las bragas y una camiseta, sujetaba la única foto que había colgada con sus padres. Cuando estaba ya a unos pasos de ella, se detuvo y dijo.
-Sí, soy yo. ¿No sabes que es de mala educación husmear en las cosas de los demás?
-Disculpa, me parecía que salías muy mono.
Saúl resopló dándose cuenta de lo innecesario que había sido eso.
-No, el que se tiene que disculpar soy yo. No me gusta hablar de mis padres, murieron cuando era joven.
Paula borró la sonrisa y dejó entrever una cara de lastima. A pesar de que durante la cena que precedió al sexo Paula se mostró desenfadada, Saúl sentía que era de esas chicas con una capa de bondad bajo el orgullo. Por ello, tampoco esperaba enredarla mucho y dejarla pronto.
-Lo siento, de verdad-dijo ella dejando la foto en la pared.
Se acercó y le dio un breve beso a Saúl, que él devolvió por mero impulso.
-Tranquila, no pasa nada. Simplemente no hablo mucho de ello.
Ella le acarició con los dedos la espalda y se apoyó en su hombro.
-Es curioso como alguien que ha dedicado buena parte de su trabajo a hablar y tratar de ayudar con los problemas de otros, no quiere hablar de las suyos. No tienes por qué negarte a desahogarte tu alguna vez.
-¿Eres psicóloga?
-No, soy simplemente una persona emocionalmente funcional-respondió ella besándole en el hombro-. Yo si fuera tus padres estaría muy orgulloso de ti.
Saúl se giró, prefiriendo evitar que Paula viera su rostro tras esa afirmación.
-Voy a cambiarme-dijo Saúl mientras entraba en el cuarto.
-Entiendo que suena a frase barata, pero yo estaría orgulloso de que mi hijo hubiera sido tan valiente.
Saúl encontró su camisa y soltó un bufido.
-¿Yo valiente?
-Sí. Sabes, puede que otras chicas hayan querido follar contigo porque seas famoso, pero yo admiro otras de tus cualidades. Has escrito siempre lo que has querido, aun teniendo a muchos en contra. Fuera lo que fuera.
Saúl se metió la camisa por dentro de los chinos intentando olvidar cada palabra que ella le decía.
-Tener éxito laboral no tiene nada que ver con ser valiente. Trabajé duro; renuncié a muchas cosas; y tuve suerte. Mucha suerte.
Paula entró en la habitación, y abrazó por sorpresa la espalda a Saúl. Sintió una ligera relajación cuándo notó los dedos de la chica sobre su pecho.
-Puede que otras se acerquen a ti por tu fama, pero yo te apreció de verás. Nunca pensé en conocerte, pero quiero que sepas que contribuiste a arreglar mi vida.
Saúl abrió los ojos, perplejo.
-No te entiendo-respondió dándose la vuelta.
-Fue tu primer artículo, el del estado de la juventud: mostraste como la dejadez y el interés del Gobierno provocaron una crisis entre las personas más jóvenes, que desperdiciaban su vida entre los porros y el juego. Gracias la indignación que generó la publicación, todos los partidos se comprometieron a un acceso más estricto a la droga, y un aumento de los programas de ayuda a la detección y tratamiento de adictos. Mi hermano estaba enganchado, y gastaba lo poco que le daba de sueldo en comprar su dosis mensual. Cuando ya la había consumido, imploraba a mi madre o a mí que le comprasemos más.
Saúl vio como Paula tragaba saliva.
-Al final, se fue de casa. Mi madre lloraba cada noche al ver su habitación vacía, y mi padre se volvió una persona consumida por el odio y la pena. Yo, en plena adolescencia, también me vi afectada por la situación y solamente empeoraba las cosas. Hasta que un día, mi hermano regresó. El programa iniciado por el Estado para detectar yonkies dio con mi hermano y lo rehabilitó. El día que entró por la puerta pensé que mi madre o yo seríamos las que más lagrimas derramarían, pero fue mi padre el que más lloro, mientras esbozaba una sonrisa por primera vez en dos años. Sentíamos que se nos había dado una segunda oportunidad a los cuatro.
Saúl intentaba alejarse de Paula, pero está le agarraba fuertemente con las uñas la espalda.
-No te pienses que me gustas por esto o que soy una loca enamorada-dijo Paula con los ojos algo llorosos-, pero no quería perder la ocasión de darte las gracias, Saúl. Eres una buena persona.
Paula abrazó a Saúl, que se esforzaba por devolver cariñosamente el abrazo. Finalmente, optó por un beso en su cabeza, y dijo:
-Gracias por pensar eso, me alegro de que tu hermano le fuera bien.
Saúl consiguió que Paula aflojará los dedos y pudo terminar de vestirse. Se percató que ella se había quedado mirándole sin decir una sola palabra. Incomodado se decidió a preguntar.
-¿Qué te ocurre?
-Nada-dijo ella rascándose la cabeza-, simplemente parece como que no te sientes orgulloso de ello. Es extraño.
-No es eso. Puede que lo que hago haya tenido beneficios para algunos, como tu hermano, pero no dejaba de ser mi trabajo.
-Al menos admitirás que tuvo buenas consecuencias.
-Hago lo que creo que es mi trabajo. Las consecuencias vienen después.
-Pero pensarás que lo que haces puede tener impacto en el mundo que rodea, igual que actuarás en tu día a día pensando en lo bueno y lo malo.
-Hace tiempo que deje de pensar en ello. No quiero mentirme a mí mismo.
-¿Mentirte?
-La gente se niega a ver cómo es uno, y si hace algo qué sabe qué ha provocado daño, utiliza la culpa como escudo para decirse a sí mismo que él no es así. Es mentira, es así, simplemente aún no ha sido lo suficientemente honesto como para asumir que debe vivir con ello. Somos como somos, y negarlo es simplemente un ejercicio de cobardía.
Saúl terminó de peinarse en el baño, pensando en por qué había dicho esas cosas. Desde hacía tiempo ya no deseaba hablar con las chicas que traía a casa, más allá de la formalidad o la diversión. Sorprendentemente, ella le esperaba apoyada en la pared, con una sonrisa burlona.
-Puede que tu culpa ya no te diga nada, pero yo pienso que todo lo que has escrito ha respondido a una buena causa-dijo Paula-. ¿No estarás haciéndote el humilde?, no todas las jovencitas somos unas bobas.
Saúl se acercó a ella, y decidió cerrar la conversación con un largo beso.
-Puede, pero ya lo descubrirás-contestó-. Perdona que te deje aquí, pero debo ir a recoger un premio estúpido que me va a auto conceder el grupo en el que trabajo.
-Okey, entonces si no te importa me doy una ducha y me voy-respondió Paula.
-Date la ducha, pero no hace falta que te vayas. La gala no durará mucho, y estas cosas me aburren de la hostia. Puedes cenar y ponerte algo de vino.
-Qué detalle, Saúl. Admito que me hace ilusión que quieras que me quede.
-Qué menos-dijo Saúl fingiendo convencimiento-. Te puedes hacer un filete de ternera que había descongelado para mí. Es natural, así que aprovéchala.
-Cogeré otra cosa, no quiero abusar.
-Insisto-dijo Saúl volviendo a darle un beso-. En un rato, estoy de vuelta.
Cerró la puerta, y al llegar a la calle pudo observar que su Uber le esperaba. Saúl introdujo la dirección en el panel de control y el coche se puso en marcha. Llevaba ya la mitad del camino cuándo recibió una llamada de Andrés. Saúl no tenía muchas ganas de hablar con él, pero sabía que debía hacerlo porque Andrés se había curado hace poco de otro cáncer, esta vez de colón.
-Hola Andrés. Justo tenía pensando llamarte para preguntarte qué tal fue el tratamiento.
-Fue bien chico-contestó Andrés-. Ya sabes, lo importante es que te lo pillen y luego aguantar un par de semanas de tratamiento y seguimiento. Pero ya volví a casa la semana pasada, y hoy me verás por la gala. Estas cosas ahora no son el drama de antes.
-Ya podrías haber ido en mi lugar a recoger el premio-dijo Saúl-. Estos paripés nunca me han gustado.
-Hay que dejarse ver Saúl. Además, servirá para despejar las dudas que has ido sembrando sobre tu futuro.
Saúl dio un suspiro. Es cierto que llevaba semanas con la idea de darse un parón y así lo había expresado en alguna entrevista. Se frotó la cara con las manos y dijo:
-Andrés, te lo he dicho con toda la calma del mundo: estoy cansado.
-Cabrón, si yo estoy de puta madre después de que me extirpen un tumor, ¿cómo vas a estar tú cansado?
-Ya no es lo de antes Andrés-suspiró Saúl-. De verdad que necesitó parar.
-Bueno chico-respondió Andrés bajando el tono-. No seré yo quién te obligue. Te veo esta noche.
Andrés colgó y Saúl se recostó en el asiento. Llevaban ya muchas conversaciones como esa acumuladas en las últimas semanas. Saúl tampoco entendía por qué Andrés seguía empeñado en seguir trabajando, con la edad que tenía y el dinero que había ganado. Viendo que su paciencia no iba a ser muy elevada aquel día, decidió comprobar que llevaba el parche que le había regalado Andrés para drogarse estaba con batería. Abrió la chaqueta y lo rellenó con algunas dosis que tenía preparadas. No pensaba visualizar esa gala sobrio. El Uber se frenó y le indicó que había llegado. Salió rápido del vehículo y entró lo más rápido que pudo.
Saúl fue directo a la sala, y observó el horroroso estampado moderno que había sustituido al estilo anterior. Hace unos años, el Gobierno quiso ofrecer una sensación de modernidad a los edificios antiguos, cambiando su diseño y materiales.
-Qué puto horror-suspiró Saúl-. No entiendo que la arquitectura no se prohibiera después del Siglo XXI.
-No esperaba verte tan pronto, pero veo que has venido con tu actitud más capulla.
Saúl se giró y vio a una mujer de pelo rubio que reconoció al momento. Era Sandra Esteban, una presentadora muy famosa con la que en su momento tuvo un lío. Fue lo más parecido a una relación famosa que había tenido. Y era normal que ya no siguieran juntos, puesto que Saúl la consideraba una petarda. Saúl se fijó en que había elegido tener los ojos de un color verde intenso, muy diferentes del azul que tenía cuándo salían.
-No quería que me quitasen el sitio.
-Tranquilo, ya sabes que eres parte del entretenimiento hoy. Espero que finjas algo de emoción al subir al escenario.
-Yo solo espero que no te portes mal conmigo.
Sandra encajó sus uñas en el hombro de Saúl y se acercó a su oreja.
-Oh, tranquilo-dijo suavemente-. Te va a encantar.
Sandra le pegó un pequeño mordisco en la oreja, y Saúl sintió un escalofrío. Tras esto, Sandra se apartó y se dirigió al escenario. Saúl se sentó y comenzó a ver noticias en sus gafas digitales. Leyó atentamente las novedades de las tensiones religiosas en África, dónde parecía inevitable que el conflicto entre las naciones con mayoría musulmanas y cristiana del continente fueran a la guerra. Era un tema que verdaderamente le apasionaba y que valoraba como opción para huir un tiempo de los focos. Hace años se habría sentido mal por desear que un conflicto estallará por motivos personales, pero como le dijo a Paula, ya había conseguido argumentar contra su propia culpa.
La gala dio comienzo, y Saúl tuvo que activar su parche para administrarse una leve dosis de cocaína que le ayudaría a mantener la atención. Odiaba esos eventos en los que gente de su gremio, a la cuál despreciaba, se pasaba dos horas contando las bondades de todos ellos. Saúl pensaba que le querían conceder el premio para evitar que se tomara un descanso, pero la verdad es que no podía influirle menos.
Sandra comenzó dando paso a diferentes cómicos que lo único que provocan en Saúl eran ganas de subir la inyección del parche. Por fin llegaron los premios y diferentes periodistas empezaron a cruzar el escenario, cada uno con un discurso más falso que el anterior. Su paciencia llegó a su límite cuándo uno se echó a llorar ante la sorpresa del galardón. En ese momento, viéndose muy nervioso por la dosis de cocaína, decidió relajar eligiendo en su móvil el tranquilizante. Todo el mundo estaba jugando también con sus parches, así que Saúl tampoco mostró reparos en hacerlo. Notó que quizás se había pasado con la dosis cuándo un foco le iluminó y observó a todo el mundo aplaudirle. En ese momento, sin que nadie se percatara, seleccionó con el reloj una dosis de cafeína. No esperaba a esas alturas haber utilizado ya tres drogas diferentes.
-Siempre fue muy tímido, no se lo tengáis en cuenta-dijo una sonriente Sandra desde el escenario-. Sube a recoger lo que es tuyo.
Saúl se puso en pie y empezó a saludar y a agradecer a la gente que le felicitaba. Pocos le caían bien, pero era una barrera que había tenido que superar para seguir construyendo su espacio. Tomás y Andrés habían conseguido llevarle a ese punto y Saúl solamente había tenido que escribir del tema que le pidieran. Todo para verse sujetando un premio que según había cogido se había encargado de dejar sobre el atril. Se esforzó por leer el discurso que le habían preparado Tomás y Andrés lo más rápido posible. Su huida del escenario fue interrumpida por la mano de Sandra.
-No te vayas aún. Queda una última cosa.
Saúl intentó disimular la pereza recurriendo a su humor.
-No voy borracho aún Sandra, quizás sea mejor que me la cuentes luego.
El público rompió a reír, como esperaba Saúl. «Se creen con derecho a levantar el dedo a todo el mundo, cuando solamente son unos mediocres con ganas de atención y un culo enorme que poner al servicio del que pague» se dijo Saúl esbozando una sonrisa. Giró la cara para mirar a Sandra, y su alegría se esfumó cuándo observó la sonrisa que mostraba ella.
-Eso lo vemos más adelante-contestó Sandra agitando la cabeza-. Pero lo que tengo preparado para ti, es mejor.
A Saúl no le gustaba el rumbo que estaba tomando eso, y se ponía más nervioso al no poder utilizar su parche.
-De Saúl Gutiérrez se han dicho muchas cosas esta noche: valiente, incómodo, inteligente, … Pero no mucha gente conoce su mejor lado, el sensible.
Sandra dio dos palmadas al aire y las luces rebajaron su intensidad. Detrás de ellos, se encendió una pantalla que mostró imágenes que se habían usado en el reportaje de Saúl sobre las drogas.
-Saúl se hizo famoso por su artículo relacionado con el problema de las drogas y el juego-dijo Sandra señalando la pantalla-. A todos nos impresionó su forma de narrar el declive de aquellos jóvenes con los que se estuvo reuniendo durante seis meses. Nos contó sus desgracias, pero siempre destacó por su objetividad y seriedad a la hora de escribir. Es el lado que todos conocimos y hoy los organizadores de los premios han querido enseñarnos ese lado que vivió en Saúl antes de su fama.
Saúl, algo nervioso, volvió a recurrir al humor.
-No creo que los invitados quieran conocer el artículo que escribí sobre “los diez mejores destinos del Imserso”.
El público volvió a reír, pero Saúl no conseguía derrumbar la sonrisa de Sandra.
-Siempre tan divertido. Por eso a la gente le sorprenderá saber que antes de publicar su primer gran historia, Saúl hizo un artículo de chicos de los recados-dijo Sandra al público que respondió también a su broma-. ¿No lo recuerdas Saúl?
-No, sinceramente-mintió Saúl, que ya sabía por dónde iba el asunto.
-Una de las grandes esperanzas de nuestra sociedad son los Alumbrados-contestó Sandra-. Como todos sabéis esta nueva generación de jóvenes ha empezado a mejorar las perspectivas futuras tanto por el rejuvenecimiento de la población como por el alto nivel que están demostrando en las Casas del Estado. Saúl escribió sobre sus primeros días un artículo absolutamente conmovedor.
Entonces, la pantalla mostró una foto que a Saúl le hizo estremecerse: Agustín aparecía con su esposa de vacaciones.
-Este es Agustín, una de las personas a las que Saúl pudo entrevistar para un artículo sobre los voluntarios a donar sus restos para el programa. ¿Lo recuerdas?
-Sí-murmuró Saúl-. Un hombre encantador.
-Oh, pero esa es una descripción muy vaga-respondió Sandra-. Dejemos que todos vean como hablabas de él.
Los ojos de Saúl vieron como la pantalla devolvía esta vez un texto, que reconoció a la perfección. Este decía:
“La fragilidad que muestra el cuerpo de Agustín no refleja la maravillosa vida que ha llevado. Son sus palabras las que muestran una historia de amor y felicidad compartidas. Encontró en su esposa el escudo contra las dudas e inquietudes pasadas que un hombre puede arrastrar. No sé si ustedes se han dado cuenta que la verdadera tranquilidad llega si uno se levanta sin pensar en lo que ocurrió ayer. Agustín, parece que consiguió levantarse tranquilo la mayoría de los días que compartió con su esposa. Y tras su muerte, no pudo volver a encontrar la paz en otra cosa presente en su vida.
Tras escuchar el relato de Agustín, yo estaba tranquilo: tenía ante mí una persona que había disfrutado de una larga vida acompañado de su auténtico amor. Yo, que siempre he echado en falta la estabilidad y la tranquilidad de una relación, sentía deseos de encontrar a alguien que consiguiera hacerme sentir tan lleno como él. Agustín se había dado cuenta que no tenía sentido continuar con solo una mitad, y encontró su alivio en el programa Alumbrados.”
-Enternecedor, ¿no creen? -afirmó Sandra-. ¿Quién no desearía la vida de Agustín? Es más, ¿quién no desearía esa serenidad a la hora de asumir que su viaje había concluido?
-Nadie, Sandra-contestó Saúl-. Sigo envidiando a ese hombre.
-¿Veis? El frío periodista comienza a revelar como es. Las primeras personas en sumarse como voluntarios fueron personas como Agustín. Sin embargo, no todo el mundo parecía tenerlo tan fácil.
La pantalla cambio de imagen, y Saúl tuvo que hacer un esfuerzo para mantenerse en pie: Judith le sonreía en la pantalla.
-Entiendo que Saúl miré así la foto-dijo Sandra-. No la conocí, y aún me estremece lo que conocí de ella gracias a su artículo. ¿Querrías dar tú la introducción sobre ella?
-No podría-murmuró Saúl.
-Lo entiendo, debe ser muy duro rememorarlo-dijo Sandra volviéndose hacia el público-. Pueden leer el artículo completo al regresar a sus hogares, pero para que lo entiendan mejor, dejaré que alguien muy especial os cuente algo.
Sandra se volvió hacia una esquina y Saúl se dio cuenta que estaba solo en el escenario. Agachó la cabeza y cerró los ojos: era la primera vez en muchos años que sentía miedo ante la incertidumbre de lo que iba a arrojar la pantalla.
-Hola Saúl. Soy Lucia, la hija de Judith.
El miedo desapareció ante de Saúl y giró lentamente la cabeza para encontrarse con una niña que sostenía un papel entre sus manos.
-Tengo doce años, y soy una alumbrada que nació de la donación de mi mamá, que murió en la navidad de 2036. Mi papa, Carlos, me ha cuidado y querido como la hija que soy de mi madre. Algunos niños en el colegio se han metido conmigo, diciendo que ella no es mi madre y yo un monstruo, pero para mí siempre lo será. Cuando pregunto a mi padre sobre ella, él me habla de los momentos que compartieron juntos, y de lo buena y feliz que era. Sin embargo, mi papá me ha permitido por mi duodécimo cumpleaños leer el artículo que escribiste sobre ella, Saúl. Quiero darte las gracias porque he podido saber qué la llevó a tomar su decisión, y ahora la quiero mucho más que antes. Creo que esta parte de tu texto es preciosa.
Saúl bloqueado y con lágrimas en los ojos observó como la niña bebía un poco de agua antes de comenzar a leer.
-Judith tiene treinta y cinco años. Por fuera, destila la alegría que todos desearíamos poder exhibir, y es más impactante cuando uno sabe el dolor que arrastra. Nunca voy a olvidar como en mi primera interacción con ella, se interesó por saber qué hacia allí y como me sentía. Judith era alguien que se preocupaba más por lo demás que por sí misma. Eso intentaba con su marido, Carlos, al que deseaba hacer feliz como esposa y madre de sus hijos, pero no solo de la voluntad depende satisfacer un deseo.
-Detente-susurró Saúl.
-No creo que ningún ser humano fuese capaz de soportar el dolor que arrastraba Judith. El dolor tiene muchas formas, pero hay algunos que pueden quebrarte los nervios. A Judith, después de meses de tratamiento y dedicación, el azar o si usted aún sigue creyendo en él, Dios, le arrebató aquello en lo que había depositado su alma: poder ser madre. Si alguien nos habla de su dolor, solemos tender a juzgarlo sin realmente conocer el alcance de este. El dolor puede ser seco como un golpe, pero el peor es aquel que te va desgarrando poco a poco hasta arrebatártelo todo. Y eso fue algo que Judith se negó a entregarle.
Saúl dio un par de pasos hacia atrás intentando mantener el equilibrio.
-Judith decidió no rendirse y darle un nuevo enfoque a su dolor. Quería ser madre, y quería que su marido fuera feliz, y optó por la solución que conseguía ambas cosas. Algunos podrán pensar que fue una cobarde, pero la decisión de Judith no fue fruto de la desesperación: lo fue del cariño y el amor. El cariño por un marido que se desvivía por ella, y el amor hacía alguien que podía nacer de su sacrificio. Puede que ustedes duden del programa Alumbrados, pero les pido que no duden de Judith.
Lucia quedó en silencio, visiblemente emocionada mientras Saúl sentía como sus ojos verdes se dirigían directamente a él.
-Gracias Saúl. Hoy sé mejor quién fue mi madre. Y estoy orgullosa de ella.
La pantalla se apagó, y el público rompió en aplausos. Saúl seguía mirando la tela gris, sin ser capaz siquiera de secarse las lágrimas.
-Ahora todo el mundo conoce realmente como es Judith gracias a ti- dijo Sandra mientras aplaudía.
Saúl se secó con la manga la cara, se giró y con la mejor sonrisa que pudo disimular dijo:
-No creo que ninguna frase llegue a explicar lo maravillosa que era Judith.
-Era una sorpresa que teníamos reservada para ti-dijo Sandra-. ¿Qué le dirías a su hija?
-Confió en que sea igual que Judith, aunque quizás deba mejorar su memoria.
-¿Por qué lo dices Saúl?
-Su madre murió en julio de 2036, no en navidades-dijo Saúl señalando la pantalla como si Lucía aún estuviera proyectada.
-No Saúl, Judith decidió someterse a la eutanasia en navidad. Un mes después de salir el artículo, tal y como estaba planeado.
Saúl pasó de la tristeza a un sentimiento que rápidamente identifico con la rabia. Todos estos años había enterrado el episodio de Judith, y ahora le volvía para recordarle el dolor que ocultó, y para revelarle que todos esos años había sido un iluso. Y principalmente, que había sido engañado.
-Hijo de puta-susurró Saúl.
-¿Has dicho algo Saúl?-preguntó Sandra.
Saúl alzó la mirada, sabiendo que Sandra le había escuchado a la perfección.
-Nada Sandra-contestó Saúl-. Te lo cuento luego con una copa. Muchas gracias a todos.
El público dio su último aplauso, y Saúl se apresuró a coger el premio y a bajar del escenario. El resto de la gala se administró un calmante para no ponerse a gritar ahí mismo. Los focos volvieron a aumentar su brillo y entendió que el evento había finalizado. Se levantó sin apenas saludar a nadie y se dirigió directamente al banquete. Antes de ponerse a buscar a la persona con la que deseaba hablar, fue a la barra y pidió un vaso de whiskey con hielo. Según estaba terminando el primer trago sintió una mano recorriendo su cuello. Sandra le sonreía, esta vez mostrando unos ojos azules, como los que llevaba cuándo estaban juntos.
-No te había visto tan tierno nunca. Hasta me han dado ganas de decirte que si querías un consuelo más adelante.
Sandra se acercó a él dejando que su mano acariciará el muslo de Saúl.
-Lo has disfrutado, ¿verdad? -dijo Saúl con rabia-. Sé que te han dicho la verdad de esa mierda de artículo.
-Claro que lo sé, y te admito que hasta me he puesto cachonda en algún momento viéndote tan bloqueado-dijo Sandra con una sonrisa burlona-. Pero me siento un poco mal por ti ahora y me gustaría compensarte. Vente a mi casa después y lo pasaremos bien.
-No voy a darte el placer de humillarme por completo hoy, Sandra-dijo Saúl apartando su mano-. Date placer tú sola, que parece ser que es lo único capaz de hacerte disfrutar.
Saúl se terminó el resto del vaso, y dejó atrás a Sandra, visiblemente enfadada con él. «Rencorosa de mierda» se dijo Saúl, que no paraba de girar la cabeza en todas las direcciones.
-Ahí está.
Saúl vio por fin a Andrés, que se encontraba hablando en medio de un círculo de personas. Andrés le vio llegar de frente, y le sonrió.
-El hombre de la noche se digna a saludarnos-dijo Andrés abriendo con las manos el circulo-. Aunque debe aprender a controlar el parche que le regalé, le juega malas pasadas.
-Quizás debería saber que todos tus regalos son envenenados -contestó Saúl.
Todos los miembros del grupo se rieron menos Andrés.
-Nunca fue muy agradecido-respondió Andrés-. ¿Quieres unirte a la conversación? Comentábamos las últimas noticias sobre las tensiones religiosas en África. Dicen que se avecina un gran conflicto, aunque cualquiera que no sea un estúpido sabe que es por la escasez de recursos.
-La verdad es que quería hablar contigo Andrés: a solas.
Andrés se terminó de un trago la bebida.
-Disculpad, aparte de desagradecido es un poco impertinente, pero es lo que le ha llevado a ser como es-dijo Andrés haciendo un gesto a Saúl.
Andrés lo dirigió hacia una sala apartada mientras tocaba algunas teclas de su reloj. Tras entrar en la otra habitación, y comprobar que la puerta estaba cerraba, Saúl no dudó un segundo en asestar un puñetazo en el riñón a Andrés. Este gritó de dolor y cayó al suelo, pero pronto empezó a reír.
-Mamón de mierda-dijo Andrés-. No has podido ni esperar a que la morfina que me he chutado de camino a aquí hiciera efecto. Podrías haber aguantado tu ira un poco.
-Eres un hijo de perra- dijo Saúl dando vueltas alrededor de Andrés-. Me mentiste.
-¿De cuándo exactamente me estás hablando?-dijo Andrés con una sonrisa burlona.
Saúl no dudó en volver a pegarle un puñetazo, esta vez en la cara. Andrés apenas gritó, y Saúl comprendió que la morfina ya estaba funcionando.
-Me dijiste que había muerto- gritó Saúl-. Escribí ese puto artículo y me hiciste publicarlo cuándo aún seguía viva.
-No te mentí-dijo Andrés intentando incorporarse-. Esa muchacha estaba muerta ya, solamente quedaba decidir cuándo.
-Publiqué el artículo, y ella seguía viva-repitió Saúl.
-Sí, aunque probablemente ni lo leyese-c ontestó Andrés-. No tuvo mucho tirón, y no creo que lo llegara a leer.
-Pero si tardó tanto en decidirse, eso es que dudó-dijo Saúl-. Pude hacerla cambiar de opinión.
-Hijo-dijo Andrés.
-No se te ocurra llamarme hijo.
-Lo quieras o no, he sido lo más parecido que has tenido en tu vida a un padre. Saúl, no seas de esas personas que se pierde en las decisiones pasadas. Una persona cometerá millones de errores a lo largo de su vida, y algunos pueden condenarlo a un bucle de lamentaciones inútiles. Y, ¿sabes cuál es la gran verdad que ninguno deseamos admitir? No podemos remediar lo que hemos hecho, y aunque intentemos convencernos de lo contrario, si volviésemos atrás habríamos vuelto a tomar cada una de esa decisiones. Porque como te he dicho siempre: uno no puede negar lo que es.
-¿Y qué soy yo?-preguntó Saúl.
-Un superviviente. Has conseguido hacerte un hueco en un mundo sin espacio. Yo lo conseguí y siempre me preocupé de buscarte el tuyo porque en el fondo te aprecio.
-Te has beneficiado de mi fama-contestó Saúl-. No niegues tu interés.
-No lo hago Saúl.
-Lo ocultas-respondió Saúl-. Sabes, por mucho que finjas ser un cínico, pienso que esos tumores que te aparecen constantemente son un perfecto resumen de lo que arrastras.
-Puede que lo sean, pero en ese caso yo que tú me haría unas pruebas.
Saúl reparó que aún no le había hecho a Andrés la pregunta por la que le buscaba.
-¿Por qué ha salido hoy el artículo de Judith en la gala?
Andrés suspiró.
-Te conozco desde hace más de una década y aún me sigue sorprendiendo tu inocencia. Ya te he dicho que no sería yo quién te obligara a continuar con tu carrera.
-¿Todo esto ha sido una amenaza?
-Saúl, uno amenaza cuando esté en igualdad de poder. Esto ha sido un recordatorio del favor que se te ha prestado.
-¿Todo esto por querer abandonar?
-Por dudar, Saúl. Todo esto es por dudar.
-¿Dudar de qué?
-De tu rol. Has sido muy útil estos años como forma de mostrar que había cosas que podían cambiarse en el sistema, sin romperlo por la mitad. La sociedad nunca va a pensar que vive en un mundo perfecto, pero le ilusiona pensar que puede cambiarlo. Ese es el truco bajo el que sobreviven los países. Has querido irte por los motivos equivocados, y aún sigues siendo necesario, y más con el posible conflicto que se cierne sobre África. Vendrán tiempos duros, y te necesitan.
-¿Estás diciendo que no soy dueño de mi vida?
-Lo eres, simplemente debes saber lo que implicaría salirte de la senda. Eres muy útil.
-¿Me joderían la vida?
-No lo creo, pero te torturarían poco a poco con hacerlo. Forzarían la situación de tal forma que fuera insufrible seguir así. ¿Recuerdas la frase que te dijo aquella mujer del cementerio?
-El mundo es un lugar complicado, así que procura hacer tus días sencillo.
-Pues eso Saúl: no merece la vida complicarse aún más de lo que ya es todo de por sí. Intenta ser feliz, o al menos finge serlo.
-¿Tú has fingido serlo?
Andrés se dirigió hacia la puerta.
-Con más o menos éxito, sí. Saúl, vete a casa, y reflexiona, aunque lo dos sabemos que tú decisión ya está tomada. Tú eres así. Yo nunca te obligué a nada; fuiste tú el que escogió
Saúl vio a Andrés desparecer, y concluyó que efectivamente lo mejor era salir de allí. Esquivó con indiferencia a toda la gente que le intentaba frenar y se montó en un Uber. Camino del coche, se dio cuenta que no quería drogarse y simplemente dejarse ahogar entre vasos de whiskey. El alcohol le permitiría ser consciente de la rabia que aún sentía, y no quería perderla aún.
Abrió la puerta de su piso, y encaró el pasillo para darse cuenta que Paula estaba en el sofá con una copa de vino. Saúl observó que la tele estaba encendida, y por el canal que proyectaba, sabía que habría visto la gala. La sonrió levemente y fue a la cocina a servirse una copa.
-¡Has estado muy bien! – dijo Paula.
La irritación de Saúl aumentó, aunque intentaba mantener en su mente que ella solo quería ser amable con él.
-Muchas gracias-contestó-. Eso implica que miento mejor de lo que pensaba. Esos actos son mucho más aburridos y patéticos de lo que parecen y no se me da bien disimular.
Saúl agarró el vaso y la botella, intentando imaginar de que forma podría conseguir que ella se fuera. La encontró aún más acomodada en el sofá con la copa de vino de nuevo rellena, lo que le hacía entender que no sería tan fácil.
-¿Has cenado?-preguntó Saúl intentando ser amable.
-Sí, muchas gracias. He intentado no abusar.
Paula se acercó y le besó la mejilla.
-Seguro que te has portado genial, y de hecho no querría entretenerte más de la cuenta dado que antes parecía que tenías prisa por irte-dijo con amabilidad-. Te aviso que no pienses que el Uber lo vas a pagar tú, eres mi invitada.
Saúl notó como la decepción invadía el rostro de Paula. Nunca había sido muy hábil invitando a las chicas a irse de su casa, pero la realidad es que siempre acababa queriendo estar solo.
-Claro, no querría molestarte-contestó ella tocándose el pelo-. Me ha parecido muy tierno el artículo de Judith.
-Gracias-respondió secamente Saúl.
-El discurso de esa niña me ha emocionado
Saúl bebió de un trago el vaso de whiskey, y se percató de como Paula volvía a torcer el gesto. Eso no le detuvo a volver a llenar el vaso.
-Siento si he hecho algo que te moleste-dijo Paula con tristeza-. No quiero que pienses que soy una pelota o una aprovechada.
-No es eso-dijo Saúl-. Simplemente estoy cansado.
-Perdón, de verdad-contestó ella de nuevo.
Saúl respiró profundamente, no sabiendo muy bien por qué dijo.
-No hay nada que duela más que todo el mundo menos tú piense que eres alguien bueno. Te recuerda la terrible frustración que lleva uno por dentro, y que guarda como castigo propio.
Paula dudó si inclinarse o no hacia él, pero finalmente volvió a su posición inicial.
-Entonces no es que calles la culpa, es que la entierras.
-No puedo negar lo que soy.
-Pero puedes cambiarlo. No sé qué cosa horrible hiciste, pero no será imperdonable.
-Lo es desde el momento en el que la persona que podría perdonarme ya nunca podrá confirmármelo de su boca.
-¿Hablas de Judith?
Saúl dejó el whiskey en la boca, y tardó un segundo eterno en permitir que bajará por la garganta.
-Deja de beber, Saúl. Habla conmigo-dijo Paula cogiendo ligeramente su vaso.
-¿Por qué quieres que lo intente? Porque quieres intentar cambiar lo que ya es una dinámica irremediable.
-¿Es que no crees en nada?
-Creo que la voluntad de elegir es el peor privilegio dado al hombre porque lo hace consciente de su imperfección, y que la búsqueda de la felicidad es su mayor perdición. Esta últimamente es terrible cuándo te das cuenta de que has pasado la vida dónde no debías. En mi caso, lo hice intentando ser una persona normal, olvidando que arrastró unas carencias que iban a imposibilitar cualquier tipo de satisfacción. Ser consciente de tu infelicidad es una piedra que te hunde en el fondo del mar por mucho que agites los brazos. Y el problema es que nunca llegas a ahogarte.
Paula no respondía, pero Saúl en vez de servirse otro vaso, decidió mirarla. Se sorprendió al verla llorando.
-No quería entristecerte-dijo mirando al suelo.
-Saúl, suenas como alguien que ha bajado los brazos y ha entendido que su desgracia es lo máximo a lo que aspira. Me recuerdas a mi hermano.
-La diferencia es que tu hermano no lo merecía.
-Nadie merece ser infeliz, ¿no has buscado nunca algo que te llene?
-Lo he buscado en el trabajo, en los amigos, y en el amor. Las tres cosas resultaron una farsa.
-¿No crees en el amor?
-El amor es una bocanada de aire que tomas cuándo te estas ahogando. Es tan fresca y profunda, que no sabes cómo habías podido vivir hasta entonces sin ella. Tomé muchas bocanadas de aire, pero al final me di cuenta de que tras un tiempo ese aire ya no me producía la misma sensación. He dejado de creer en que sea capaz de mantener algo duradero.
-¿No crees que podrías llegar a encontrar a alguien que te hiciera feliz?
-Una relación es una fricción de personalidades, en la que las partes deben fingir que podrán soportarla. Sin embargo, la verdad es que nunca tuve la paciencia de hacerlo. Y una vez se rompe la relación, tampoco puedes retornar a la amistad puesto que la intimidad es algo que una vez se comparte es difícil volver a mirarse sin más. Habrá quizás respeto, pero uno debe asumir que esa persona no podrá volver a ser para ti lo que fue antes. Esto es algo que las personas muchas veces no entiendes a la hora de emprender una relación.
Saúl suspiró, y sintió que de su cara salían lágrimas. Llevaba años sin hablar realmente con alguien de aquella forma.
-Podría ser tu amiga y ayudarte-dijo ella cogiéndole la mano-. No quiero que pienses que deseo algo contigo, pero creo que estoy en deuda contigo.
-No sientas compasión de mí, te haré daño-le dijo Saúl.
-Me han hecho daño muchas personas en mi vida, especialmente las que más quería-dijo ella visiblemente emocionada-. Has sufrido mucho, y lo has hecho desde un momento muy temprano de tu vida. Nadie merece perder a su familia tan pronto y ocultar durante tanto tiempo su dolor. Coge mi mano.
Saúl se rindió y apoyó su cabeza en su pierna. Empezó a llorar desconsoladamente, a lo que Paula respondió con dulces caricias en su cuello. Nunca ninguna mujer antes había escuchado tan pacientemente palabras tan sinceras de él. Acarició la pierna de Paula mientras intentaba dejar de sollozar.
-Gracias, Paula-dijo -. De verdad que no quiero hacerte daño.
-Déjame intentar ayudarte. A ti sí puedo hacerlo.
Ella comenzó entonces a besar su espalda y Saúl empezó a relajarse. «Quizás funcione» pensó en ese momento sintiendo por primera vez en el día algo de paz. Esa sensación era reconfortante y así agarró la pierna de Paula con aún más fuerza. Sentía que era la boya a la que se había agarrado después de mucho tiempo nadando sin dirección.
-Tú arreglaste mi vida sin saberlo-dijo ella-. Déjame devolverte el favor.
Saúl entonces se dio cuenta que ella también buscaba redimirse. Quería hacer con él lo que no pudo con su hermano. Volvió entonces a su cabeza la visión de lo que ocurriría al final. Sabía que ella intentaría quererle, y le cuidaría. Él se dejaría llevar, disfrutando de esos dulces momentos que dan el pistoletazo de salida a una relación. Sería atento, amable y cariñoso, y ella le invitaría a desahogarse tratando de convencerle de que él no había tenido nunca la culpa de sus errores. Pasado ese chute, él sabía que su actitud cínica volvería, y le haría daño probablemente follándose a otra o despreciándola. Paula resistiría pensando en que podría ayudarle, pero finalmente ese desgaste se transformaría en resentimiento, y no podría más. La rompería y la devolvería a la casilla en la que se encontraba al abandonar su hermano la casa.
Aun conociendo esa realidad, Saúl sabía que seguiría adelante, usando a Paula como vertedero de sus miserias. Ya aceptaba que esa noche se volverían a acostar, y él no haría nada por impedirlo. Se aprovecharía de una persona dulce que también buscaba una forma de ser feliz a través de la expiación de sus errores. Ambos fracasarían, esa era la verdad.